Tomás Ballesteros Escobar

“A lo largo de los años, fui acumulando pequeños recuerdos, como los sobres que la señora Michel me daba con propinas, siempre acompañados de notas de recomendación. Guardé cada uno de ellos como tesoros, como símbolos de una amistad que trascendía las notas de una canción”.

Tomás Ballesteros Escobar es corazón, recuerdos y música.  Su historia es fascinante, llena de encuentros con quienes dieron vida a esta maravillosa ciudad llamada The Woodlands. 

Tomás, ¿cómo conociste George Mitchell?

Bueno, son esas casualidades de la vida que a veces nos sorprenden. Empecé a trabajar en el elegante restaurante The Glass, que, por pura coincidencia, era donde los creadores de esta hermosa área cenaban una vez a la semana. Allí, entablé una relación especial con la señora Cynthia Woods Mitchell y su hermana gemela, doña Pamela. Me sentaba con ellas para charlar y tocar música, y así nació una amistad muy especial.

La señora Mitchel tenía una canción favorita, “Mi Luna de Miel”, que siempre pedía. Bailábamos juntos cada vez que la tocaba, y esos momentos quedarán grabados en mi corazón para siempre. Recuerdo que, aunque su salud comenzó a deteriorarse, insistía en bailar conmigo esa canción, incluso cuando su hija intentaba ayudarla. Fue un gesto de afecto y fortaleza que nunca olvidaré.

Con el tiempo, cuando ya no podía salir de casa, me pidió que fuera a tocar para ella. Durante cinco años, fui tres veces por semana a su hogar, llevando mi música y compartiendo esos momentos únicos hasta que ella nos dejó.

Tomás, ¿Cuál es la anécdota especial en la boda del hijo de los señores Mitchel? 

Claro, recuerdo que, en la boda del hijo menor, la novia se estaba tardando y hacía un poco de frío. El señor Mitchel y yo nos refugiamos en una habitación mientras esperábamos. Él estaba en silencio, y yo empecé a tocar la guitarra. Pasamos un rato agradable, una conexión simple y sincera que mostró la belleza de la música como puente entre las personas.

A lo largo de los años, fui acumulando pequeños recuerdos, como los sobres que la señora Michel me daba con propinas, siempre acompañados de notas cariñosas. Guardé cada uno de ellos como tesoros, como símbolos de una amistad que trascendía las notas de una canción.

¿Cómo sientes que ha cambiado The Woodlands desde esos tiempos hasta hoy?

Ha cambiado mucho, y a veces siento que ya no es el mismo lugar. Antes, la música tenía un significado diferente para las personas. Ahora, con el avance de la tecnología y las redes sociales, siento que la música en vivo ha perdido un poco de su magia. Pero sigo agradecido por aquellos momentos de conexión auténtica, donde la música unía corazones.

Tomás, sé que piensas en regresar a España. ¿Qué te lleva a considerar esa posibilidad?

Sí, lo he pensado. Aquí he sido feliz, tengo una familia maravillosa y nunca me ha faltado el trabajo. Pero extraño el reconocimiento a mi música, ese empujón que solo un artista puede entender. A veces, los aplausos son lo que nos mantiene vivos. Aunque he sido feliz aquí, es posible que cuando me retire vuelva a España, a mi hogar.

Eres un hombre talentoso, Tomás, y tu música ha tocado muchos corazones. ¿Qué mensaje les darías a los jóvenes que hoy ven la música de manera diferente?

A los jóvenes les diría que la educación musical es fundamental. Es importante comprender y apreciar cada estilo, cada expresión, y respetar el sacrificio que conlleva ser músico. La música tiene el poder de conectar, de hacer vibrar corazones, y eso es algo que nunca debemos perder.

Tomás es un artista español de 73 años. Es un hombre con un corazón inmenso, y su música sigue resonando en aquellos que tienen la suerte de escucharlo.