“Cuando llegamos no existían los lagos que hay ahora. Recuerdo la bella inauguración del lago de Lakes Woodlands. Todos los invitados estábamos en el piso del lago, obviamente sin agua. Además, en esa época, creamos dos grupos muy valiosos: El International Friends y otro de hispanos, con la finalidad de darles la bienvenida y crear lazos de amistad basados en el respeto a cada cultura, raza y religión”.
Han pasado más de 40 años desde que Alma Ledwell, llegó a The Woodlands, junto con su esposo Thomas Frank Ledwel. Aquí nacieron sus dos hijos Frank y Vincent, quienes continúan viviendo en la ciudad y, ahora, disfruta compartir tiempo con sus nietos. Son tres generaciones que continúan juntas en esta bella ciudad. Esta es su historia:
Llegamos en 1977 porque mi esposo comenzó a trabajar para Mitchell Energy and Development Corporation por invitación del Sr. Charles Lively quien era el jefe del Departamento de Land Adquisition y quien se retiró al poco tiempo. Mi esposo fue nombrado jefe de Land Acquisition Department. Su trabajo consistía en adquirir tierras para expandir The Woodlands y así continuar con el desarrollo y crecimiento.
En ese entonces Panther Creek empezaba a tomar forma y mi esposo se encargó de continuar con la tarea de agregar Indian Springs, Sterling Ridge, Carlton Woods y otros, proyecto que creó una estrecha amistad con George Mitchell, Ed Lee y Roger Gálatas, entre otros compañeros.
Con el transcurso del tiempo, Mitchell Energy and Development Corporation se vendió en 1997 a Morgan Stanley and Crescent Real Estate Equities, quien con el tiempo lo vendió a otras corporaciones siendo los propietarios actuales Howard Hughes Corporation, desde 2011.
Cuando llegamos a The Woodlands, la población era de 16,000 habitantes, no había grandes lagos como los que vemos hoy y el The Woodlands Community Hospital (1985) contaba con 40 camas. También estaba el Woodlands Athletic Center con una piscina olímpica, y el Woodlands Country Club (1978) que contaba con exclusivos restaurantes como el Glass Menagerie y el del hotel The Woodlands Inn.
The Grogans Mill Village Center (que todavía existe) contaba con oficinas y negocios como la librería llamada Just Books; correo postal; periódico “The Woodlands Villager”, y conectaba con el Country Club por el cual se llegaba a una farmacia Cunningham’s; la pista de patinaje en hielo, el instituto de música dirigido por la señora Estes, y el instituto de español dirigido por la señora Mariluz Gutiérrez y la señora Carmen Teuscher, entre otros, lugares que ya desaparecieron.
¿Y cómo era la vida en comunidad? ¿A dónde iban las personas para socializar y realizar actividades?
Todo era tan distinto a lo que vemos hoy.
En aquellos tiempos The Interfaith Center era el corazón y centro de reunión de todas las denominaciones religiosas de la comunidad. Por ejemplo, yo pertenezco a Sts. Simon and Jude Catholic Parish, y recuerdo que fui a proponerle al Monseñor Charles Domec crear una organización que acogiera a personas extranjeras para compartir culturas y amistad, (yo soy mexicana y sentí el deseo de conocer a más gente hispana y también de otros países),
También existía la necesidad de aprender inglés y a eso le agregamos manualidades. Monseñor Father Domec nos invitó a proponer en Interfaith estas iniciativas que fueron aprobadas y de allí se organizó International Women, pero tuvimos que cambiar el nombre a International Friends of The Woodlands pues desde entonces y hasta el día de hoy contamos con hombres y mujeres de varios países, denominaciones y sin fines de lucro.
Casi al mismo tiempo se creó el Grupo Hispano, con fines de preservar las culturas, ayudar en diversas formas como enseñar español e inglés pues era un gran reto para los padres hispanos poder integrarse completamente a la comunidad de The Woodlands.
Yo siento un gran privilegio ver el crecimiento que ha experimentado esta hermosa comunidad de The Woodlands.
¿Cómo ha cambiado The Woodlands desde entonces? ¿Qué es diferente ahora?
Es asombroso ver cómo ha crecido. En esos primeros años nuestros hijos estudiaron aquí, se graduaron y muchos de ellos regresaron a vivir a la comunidad. Es hermoso ver cómo The Woodlands ha prosperado y cómo ha acogido a gente de todo el mundo y de otros Estados de Estados Unidos. Sin embargo, con todo este crecimiento, también hemos perdido un poco ese espíritu de pequeño pueblo. Ahora tenemos una ciudad vibrante, con mucho tráfico y una gran cantidad de servicios y restaurantes, algo que antes no existía.
Recuerdo los caminillos que llamábamos “caminillos”, donde se señalaban los árboles para que la gente aprendiera sobre la flora local. Ahora no veo esos letreros, aunque quizás algunos todavía existan. Ha sido un viaje fascinante ver cómo The Woodlands se ha transformado, y aunque hemos ganado mucho, también hemos perdido algo de esa simplicidad que hacía de este lugar algo tan especial.
Cada rincón de The Woodlands cuenta una historia, y me siento afortunada de haber sido parte de su crecimiento desde sus primeros días hasta lo que es ahora. Es un lugar lleno de recuerdos, de aprendizaje, y de comunidad.